El velcro de mis zapatillas

Hoy he vuelto a escuchar a Clemente. Creo que llevaba sin escucharle más de tres meses. ¿Por qué? No lo sé, había algo dentro de mí que no me dejaba. Hoy mi acercamiento ha sido breve, pero intenso. De repente me he encontrado parada, sin pensar, respirando.

Y me he dado cuenta de que echo de menos muchas pequeñas cosas de antes. La caña de después del trabajo para despotricar por la mala organización de todo; la(s) caña(s) y la ensalada de pollo al mediodía para llegar fina y suelta a grabar las crónicas de la tarde; el rato de gimnasio con la misma canción en bucle; bailar, dormir, andar.

Tampoco me quejo de lo que tengo ahora. ¡Muchos firmarían por estar así! El no tener tiempo ni para pensar es algo pasajero, te lo prometo, Bego. Y volveremos a salir a andar, a correr (bueno, esto tampoco es necesario), a bailar, a tomar esa caña de después del trabajo.

La Bego me dice que trabajo demasiado. Clemente, si me viese, diría lo mismo. Ay, qué paz me trae escucharle, aunque tampoco os penséis que me dice mucho. Me recuerda, eso sí, que tengo que dejar ir los pensamientos dolorosos. Y lo más importante, me susurra entre líneas, que tengo que quererme porque tengo -al menos- una virtud por cada defecto que me encuentro: «Las cosas malas, las críticas, se nos pegan como el velcro de las zapatillas, y lo bueno nos resbala».

La Bego intenta meterme esa idea en la cabeza, pero dice que tengo la ‘mollera’ más dura que un bloque de hormigón. Me dice que me castigo mucho, que soy demasiado inconformista, y que corro el peligro de volverme de piedra porque no presto atención a lo que siento. Quizá tenga razón, quizá tenga que volver a sentarme a escuchar a Clemente y, sobre todo, a escucharme a mí misma. O quizá deba sentarme a escuchar a la Bego, si es que algún día fuimos personas distintas.

Hace demasiado tiempo que no me paro a llorar una tarde para descargar tensión y emociones. Estoy bloqueada, vivo en un continuo «luego lo hago» que termina por taponar lo que quiero sacar. Ni siquiera sé si quiero sacar algo. Sé que necesito descargar, que tengo una mochila que empieza a pesar más de la cuenta, aunque tampoco tengo un motivo concreto para llenarla. Es un poco de todo, como una de esas tortillas que me hacía a final de mes con todo lo que sobraba en la nevera.

Bego, destapa los pepinillos. Tenemos un par de zapatillas con velcro que limpiar.

Un comentario en “El velcro de mis zapatillas

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s