Eres un show, obvio

La vida contigo es un show constante. Boom. Premio a piropazo de la semana.

Me lo ha lanzado Jota mientras rascaba la última migaja de bechamel de la lasaña que nos ha preparado su madre. Lasaña que a primera vista nos daba para dos asaltos y de la que, claro está, no ha sobrado ni una esquinita. Lo que ha sobrado es ese segundo asalto. Y de postre, un fresquito. Hoy tocaba polo de naranja.

No logro recordar a qué ha venido lo del show, pero intuyo que ha sido, obvio, a raíz de alguna queja totalmente justificada y sin posibilidad de debate que he lanzado yo previamente. Obvio. No es que me guste quejarme, de verdad, es que si no lo suelto, se me hace bola en el estómago y, claro, luego no me entra más comida. Ese es un riesgo que no puedo correr porque pondría en jaque la cuidadísima organización de mi operación barril.

Jota todavía se está riendo porque el otro día le dije -de nuevo- que me iba a poner seria con la dieta. También le solté que me estaba empezando a agobiar un poco porque me había visto una lorcilla, vamos que estaba ganando un poco de peso. Tuve que comerme un fresquito de limón para superarlo, mientras Jota ponía cara de «a mí no me pagan para esto».

Últimamente mi compañero de piso -así consta en el registro oficial de nuestra república bananera- no termina de cogerle el tranquillo a eso de los piropos. Lo intenta, ¿eh? Ayer sin ir más lejos me metió un pedazo de chocolate negro en la boca para que subiera mi nivel de alegría porque con el piropazo previo no terminaba yo de cuajar la sonrisa totalmente. Obvio, funcionó.

Si es que yo creo que la vida es mucho más sencilla y divertida de lo que quieren hacernos creer. ¿Quieres un show? Dame comida. ¿No quieres un show? Dame comida. ¿Quieres alegría? Dame comida. ¿Estoy quejosa? Dame comida. ¿Estoy feliz? Dame comida.

La clave es que no falle la alimentación de la corriente. Guiño, guiño.

Bueno eso, que somos un show y que a mí cada día me cae mejor mi compañero de piso. A ver si hay suerte y en las próximas semanas Jota me asciende, qué se yo, a compañera de terraza, de menú o, al menos, de viaje. Guiño.

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