El viento frío ha terminado por congelarme los dedos. En realidad, la culpa no ha sido del viento, sino de la era Instagram. Me he quitado los guantes para capturar el momento y he terminado corriendo por la cubierta superior del barco para entrar en calor.
¿Que dónde estoy? En la Patagonia, amigas. En la ciudad de Ushuaia. Hoy hemos hecho un tour para ver pingüinos y leones marinos, y para disfrutar de las increíbles vistas del Canal de Beagle.
¿Que si hace frío? A ver, digamos que llevar bikini y chanclas no está del todo bien visto.
He descubierto que hay personas a las que te llevarías al fin del mundo. Y hay personas con las que has llegado hasta allí y has decidido que repetirías una y mil veces.
Hemos bailado, hemos corrido y hemos gritado sobre la cubierta superior de un barco. De fondo, la cordillera nevada de los Andes.
Así huele la libertad.
La Bego ha esperado sentadita en la proa a que se calmase nuestra euforia, y me ha cogido de la mano: «Contigo, al fin del mundo», me ha dicho. Y solo he podido abrazarla.
Cuánto hemos crecido en un año, amiga. Y lo que nos queda.