La Bego no me ha dejado trabajar hoy. Os juro que he llegado a casa, me he sentado delante del ordenador y he empezado a trabajar, pero algo dentro de mí no me ha dejado seguir. Soy consciente de que mañana me acordaré de la Bego, de mi poca fuerza de voluntad y de la persona a la que se le ocurrió poner películas malas y cortas en Netflix para que yo me entretuviese.
Tengo la cabeza frita y los pies fríos.
Necesito vacaciones, necesito dormir sin pensar que mañana hay que volver al ruedo. Necesito un sofá, una manta y una maratón de películas. Y necesito a la Bego.
Pero hoy la Bego no está, y yo tampoco.
Estamos un poco desconectadas del mundo, como si tuviésemos una coraza invisible por dentro y por fuera. Vivimos muy calentitas aquí dentro, aunque siempre tenemos la extraña necesidad de salir fuera a vomitar lo que nos ocurre.
Acumulamos, acumulamos, acumulamos. Soltamos, soltamos, soltamos.
Es un ciclo, es una necesidad, es un «quiero algo más» que no termina de definirse.
Vámonos a la cama, Bego. Mañana ya nos comeremos un trocito más del elefante.