Light dramas

Somos las reinas del drama.

Del light drama, en realidad, porque la inmensa mayoría de cosas que nos hacen «sufrir» son problemas del primer mundo.

A veces tenemos conversaciones de mayores. Bueno, tienen, porque la mayoría de días vivo tan sumamente desconectada de la vida digital que no me entero de la mitad. Y no me odian por ello, lo cual es buena señal.

Y aunque viva desconectada, de vez en cuando lanzo una señal de alarma: «Centrifugado de ideas». Y ahí están. No se pierden una. Responden a mi ‘llamacuelga’ ya sea a las dos de la tarde o durante un pedo llorón a las cinco de la mañana.

«Ojalá pudiera estar ahí para darte un abrazo ahora mismo».

Abrazo recibido. Y no saben lo que reconforta.

Hay veces que me riñen, y reconozco que tienen razón. Soy demasiado impulsiva y siento demasiado las cosas. Y ellas lo saben. La inmensísima mayoría de veces me comprenden mejor de lo que yo misma me entiendo. Mejor incluso de lo que me entiende la Bego.

Respetan que no quiera hablar. Y esperan pacientemente a que explote y me abra cual melón. Y entonces, en un ejercicio de amistad incondicional, me quitan todas las pepitas oscuras que encuentran para que al coserme sea un melón más bonito por dentro. Y por fuera.

Han respetado que la Bego se apodere de mi vida y de mi cabeza, se han echado a un lado para que la Bego siga creciendo a mi lado y dentro de mí. Y cuando ni siquiera la Bego ha sido capaz de controlarme, de aconsejarme, han aparecido como por arte de magia para recoger mis pedazos.

Son las que me recuerdan que sentir no es malo, que es natural, que no estoy loca y que bailar chachachá es lo más parecido a vivir.

Sé que a veces soy una bomba de relojería, y no sabéis lo que se agradece tener a dos artificieros de guardia 24/7.

Próximo destino: Cuba.