Josefa

Tiene cara de Consuelo. ¿O no? No nos ponemos de acuerdo. Ah, sí. Josefa. Tiene cara de Josefa. Amparo también le pega, pero ya hay consenso. No la liemos.

Es nuestra amiga Josefa. Nos ha estado escuchando a Maitane y a mí quejarnos de la vida. Un poco, lo justo. Mentira, de todo, por todo, con ganas. Ganas que no falten. Quejarse es lo mejor del mundo, y con una cerveza, mejor.

Que no hay manera, que no. Que no me gusta Madrid, le digo a Maitane. Demasiada gente, demasiada prisa, demasiado ruido. Quiero verde, quiero mi frito de pimiento de la Mandarra, quiero mis «Kañaaki» con las locas, o un «rueda, rueda, rueda». Morriña, nostalgia. Y ay, todo es culpa de la gente, hay demasiada gente. ¿Y el calor?, ¿qué me dices del calor? ¡Pero si este calor lo tengo yo tres días en Pamplona al año y para de contar! Uy, ¿y los tomates? No saben a nada.

Y así. Y que qué tal la vida. Que si el hospital, las oposiciones, el curso de emergencias que se imparte el finde que no estoy en Madrid (guiño, guiño). De todo un poco, con sentimiento. Sí. A tope.

Se levantan los de la mesa de al lado. Luego sabremos que son madre e hijo. La Josefa y su hijo, qué se yo, ¿Antonio?, ¿Ramón?, ¿José Luis? Venga, Antonio, que me gusta más. Pues eso, que la Josefa y el Antonio se levantan. Y la Josefa, muy coqueta se atusa el pelo, se pone el abrigo de piel y coge su bolso. Es un bolso de esos grandes que si los apoyas en la mesa sin cerrar se te desparrama todo. Muy de señora mayor. Ay, cómo le pega el nombre de Josefa. Oye, y qué oído tiene la Josefa. Todo nos ha oído. O casi todo.

Oiga Josefa, que está muy mal escuchar quejas ajenas. Si es que, si no te lo publica tu amiga en el blog, te lo escucha la Josefa, se lo cuenta a la Carmen, y esto es un no parar.

Y eso, que la Josefa también vivió en Madrid. Pero poco. Cuando estaba embarazada de su hijo Antonio. Ah, pero a nacer a Pamplona, ¿eh? Este me sale navarro por narices. Porque Madrid a Josefa tampoco le gustaba. Que qué calor, que qué tomates, que qué de gente. Oye, y que qué bien se apañaba la Josefa por la ciudad. Se sabía todas las calles. Eso nos ha contado, no hemos querido comprobarlo.

Bueno, bueno, bueno. Y no sabéis qué más. Seis meses vivió en Málaga. Qué mal, dice la pobre mujer. Que no vuelve. Se conoce todas las calles, dice, pero no vuelve ni loca. Porque vamos a ver, esa tromba de agua que les cayó cuando iba con su Antonio, que entonces tenía cuatro años, y su otra hija (¿María Dolores, por ejemplo?), que solo tenía dos. Bueno, bueno, bueno, pues una tromba que les llegaba a las rodillas, y claro, tuvo que subir la calle hasta un sitio donde pudo saltar sin peligro. Por la calle de no sé quién. Qué apañada, le decimos. Y tan contenta.

Pero eso sí, ¿eh? Es una mujer de la tierra. Fíjate que solo se ha perdido unos Sanfermines en toda su vida y lo pasó tan mal, tan mal, tan mal, que no se los vuelve a perder. Faltaría más. Esto se lleva en el corazón.

Como las alcachofas. No tenemos muy claro, ni Maitane ni yo, cuándo han entrado en escena las alcachofas, pero ahí están. Creemos que es por derivación de los tomates. De tomates que no saben a nada a tomates de la tierra. Esos sí que saben a tomate. Y de la tierra, ¿qué mejor que las alcachofas?

Que ella no se vuelve a ir de Navarra. Que no. Que ella para siempre, aquí. Y el pobre Antonio ya no sabe qué hacer. Lleva más de un cuarto de hora andando de aquí para allá al lado de la mesa. Y mientras tanto, la Josefa me pega palmaditas en el brazo. Mientras habla. Muy de la tierra también eso. Y para remarcar todavía más sus afirmaciones, también pega en la mesa. Tres golpes, equidistantes. De Maitane hacia mí. Y vuelta a empezar. Cómo para no creerle.

Uy Antonio, que te vemos las intenciones. Antonio también quiere dar su opinión sobre Madrid. No nos engañas Antonio, que naciste en Navarra, viviste na y menos en Madrid y a los cuatro años te fuiste a Málaga y luego ya de vuelta para Pamplona. No lo viviste del todo. ¡A nosotras nos lo vas a contar! Y eso que no está María Dolores, Lola. Pero Maitane está preparada. Le da largas al Antonio. Dos conversaciones a la vez, no. Te he visto rápida, amiga.

Es el segundo intento de Antonio por llevarse a Josefa, que ya no sabemos que nos está contando. Lleva algo más de veinte minutos hablando y ya solo olemos su perfume. El que llevan todas las Josefas mayores. Bueno, y también las Consuelo. Y las Amparo. Luego llegaremos a la conclusión de que de mayores no queremos ese perfume porque ya lo llevan todas las señoras.

Josefa se va deseándonos suerte. Que nos vaya bien en esa aventura que empezamos en Madrid. Señora, que ha escuchado usted a medias. Que nadie empieza nada. Bueno sí, empieza el hambre. Queda poco para la cena.

Josefa nos dice adiós y se va con su elegante abrigo de piel y su bolso morado sin forma. Pero no sin antes decirnos que ya nos veremos. Seguro que sí, esta es una ciudad pequeña. No, no, a ti que no te la cambien. Ni a nosotras. Aquí se vive como nadie.

¡Hasta pronto, Josefa!

Esto es entrada de blog, dice Maitane. Y que lo digas.

No nos quedan fuerzas para más. Ni siquiera para debatir sobre el nombre de Josefa. Llegará más tarde por inspiración vía Whatsapp. ¿Otra caña? Imposible. No nos queda energía. Pero ha sido divertido.

Hasta pronto.

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