Es alta, morena, pelo rizado, tiene pecas por toda la cara y un humor poco habitual. Solo sabe sonreír. A veces, por llevar la contraria, hace como que se enfada. Y  entonces encoge los hombros y frunce el ceño, pero solo un poco.

Puess… – empieza a decir durante su enfado- seguido de una frase que pretende ser seria. Pero en el fondo, todos lo sabemos, es imposible que se enfade del todo. En treinta segundos vuelve a sonreír.

Su risa es contagiosa. Achina los ojos y estira las comisuras de la boca como si quisiese tocarse las orejas. En ellas tiene pendientes de todo tipo. Alguno lo tiene un poco roñoso, en palabras de su hermana, que no me invento nada. Pero a mi me gustan, son parte de ella.

Quizá lo que más me gusta de ella es su falta de equilibrio. ¿CÓMO PUEDE ALGUIEN CAERSE TANTAS VECES EN TAN POCO TIEMPO? Es imposible no reír cuando besa suelo. Creo que no tiene huesos, es pura goma. Le he visto caerse de todas las formas posibles,y nunca jamás, se ha hecho daño. Además, antes de tocar suelo ya se está riendo. Bueno, a veces no. A veces, en los partidos difíciles se indigna cuando se cae. Pero enseguida se levanta, encoge los hombros, pone mirada de corderito degollado y mueve su metro setenta y cinco al compás del chachachá en busca de alguien a quien taponar. Pa ssshula yo. Ella y sus rodillas llenas de moratones. Son heridas de guerra.

Es la única persona a la que he visto doblarse como un folio. Con y sin cerveza. Subida encima de una mesa cantando una balada de Malú, o encima de una tarima perreando a la nada.

Se le ve que es buena persona nada más aparecer. Así, de pronto, sin más, to’ ressshula ella, alegra el ambiente. Lleva el buen rollo en las venas. Tiene una avería en la cabeza, como toda persona que merece la pena. Siempre, siempre puedes contar con ella. Siempre. Para todo. Para llorar, para reír, para salir, para hacer el tonto. De vez en cuando le dan venadas de responsabilidad: «Yo con Amaia no me quiero poner porque me hace reír y no puedo hacer bien los ejercicios». MENTIRA ABSOLUTA. Si soy la más seria de las dos. Menos mal que es responsable una vez al año que no hace daño.

Se fue a Perugia, allá donde Jesucristo perdió la chancla. Y la eché de menos. Mucho. Necesito una compañera de locuras. Llevamos años que si no se va ella, me voy yo, y así no se puede. O sí, porque da igual el tiempo que pase sin vernos. Todo sigue como siempre. Aunque para vernos tenga que parar el coche en medio de una carretera cualquiera y salir corriendo a abrazarme porque me ha visto pasar. Es vernos, y como si el tiempo no hubiera pasado.

Y ha venido a Madrid. En una pajarada de las suyas. Oye que voy. Pues viene. ¿Y qué? Y nada. Si hay que liarla y tardar dos horas en volver a casa de madrugada pues se hace, vaya problema. Que no podemos oler ni el chocolate ni las patatas por el empacho, pues vaya problema. Que nos perdemos por Madrid, pues vaya problema. Que hay que beberse diez botellines de cerveza para aclarar la voz, pues la maito lo hace. Yo no que soy responsable, mamá. Ah, la maito. Que se me ha escapado su nombre. MAITORTA, sí. PUTA MAITORTA: Hasta la Luci la conoce ya como puta Maitorta. Y su trabajo le ha costado. Me acuerdo de apostar 5 céntimos con ella a que se caía cinco veces en cada entrenamiento cuando teníamos doce años. Vaya tortas.Y me acuerdo también de ganar casi siempre. Cuanto ha llovido desde entonces… y lo que nos queda por vivir.

Maitorta, maipulpo, puta maite, torpe… Todo nombre tiene su historia, pero no me deja escribirlas, que nos tenemos que poner a tono para salir, ya sabéis, a controlar el percal, que la gente está muy loca. Me ha medio obligado a retomar el blog. Pues vaya problema. Va por ti, porque odias esta foto y porque a mí me encanta. Va por nosotras, por todo lo que hemos vivido juntas y por lo que nos queda por vivir. Te quiero Maito. Aunque te querré más si me traes otra cerveza, para aclarar la voz. Yatusáh.