ME RETIRO. DIMITO. NO QUIERO SABER NADA MÁS DEL MUNDO

Digamos que el sobreviviendo del blog me pega hoy más que nunca.

Digamos que ayer no fue el mejor día de mi vida. Digamos que ayer solo me levanté de la cama para comer algo y ducharme. ¿El motivo? Catarrazo y 38 de fiebre. Hacía tiempo que no estaba tan mala. Y ahí estuve, cual marmota, dormitando a ratos, tomando Frenadol y cagándome en mi mala suerte. QUIÉN ME MANDARÍA A MI REBOZARME EN LA NIEVE CUAL CROQUETA?

Así que nada… un día es un día…la noche llega pronto. Noche en la que la fiebre ha vuelto a aparecer. Sin embargo me he levantado bien, con ganas, no me encontraba mal. Ay, gafe de mí. A la hora de estar despierta el termómetro marcaba los 38 otra vez. Sin ir a clase de doce. Total, ¿para qué? Para nada. Porque a la una mi compañera de piso y yo teníamos que ir a entrevistar a unos simpáticos señores de una tienda de productos sanos y ecológicos. Fucking life. Y fucking periodismo que nunca duerme. Y fucking deadline de las narices (¿Por qué no me metí a probadora de colchones?). [Fin de mi nota mental].

Tras atiborrarme a frenadoles y otras drogas varias (no mamá, solo le pego al Frenadol, I promise) hemos ido a la tienda, que estaba donde Cristo perdió la chancleta no, un poco más a la derecha. Nada, todo genial, muy bien. Blablabla, yo calladita que es como más guapa estoy y zas. De vuelta a la calle. Nos han dado las tres de la tarde en el centro. Corre y vete para casa, come algo y a clase de cuatro. Si sobrevives, claro.

Que he sobrevivido. Y de la sartén, a las llamas. Después de clase, a todo correr a los estudios de radio. QUE ALGUIEN ME EXPLIQUE POR QUÉ HE INVERTIDO SEIS HORAS DE MI VIDA [SUMADO A LAS HORAS INVERTIDAS DESDE EL MARTES PASADO] EN UN PUÑETERO TRABAJO DE DOS MINUTOS DE DURACIÓN QUE NI SIQUIERA VA PARA NOTA.

SEIS HORAS. Vaya, que hemos llegado a las cinco y a las once de la noche salíamos de los estudios. Y aquí llega donde la matan. A mí ya me estaba subiendo la fiebre otra vez porque se me había pasado la hora del Frenadol y en fin, que voy a deciros. Quería pegarme un tiro desde hacía horas. Los que me conocéis sabéis que tardo mil ochocientas horas en recoger mis cosas. Pues bien, para cuando mi grupo ha empezado a recoger ya estaba yo, mochila en mano, en la puerta. Con el abrigo y todo. Ah, y con el bolso de deporte, que ilusa de mí creía que podría ir al gimnasio a las ocho o a las nueve. Pero NO PASA NADA. La vida puede ser amazing, awesome.

Además yo estaba todo ilusionada porque nos llevaban en coche a casa y no teníamos que esperar al fucking bus vete tu a saber cuanto rato. Ay, que amazing era todo. Ya soñaba yo con mi pijamica, mi cama, mi Frenadol… cuando la vida, que es amazing, nos ha puñeteado otra vez. ¿Y cómo? PUES OTRA VEZ CON LAS FUCKING PERO AMAZING ALARMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS!

Vale, en la uni te dejan quedarte trabajando en los estudios hasta cuando te dé la gana, pero el centro cierra a las diez. Y hay un cartel bien hermoso que pone, NO PASAR POR AQUÍ ENTRE LAS DIEZ DE LA NOCHE Y LAS SEIS DE LA MAÑANA PORQUE SUENA LA ALARMA (pero en inglés, obviously. Mamá, cómo domino el inglés). Y sí, adivinad que ha pasado.

Pues que nos hemos metido en el pasillo que no era y ha empezado a sonar la alarma. Ninininininnonononiniinooniono.

alarm

OH NO. ME RETIRO. QUE PAREN LA PUÑETERA TIERRA QUE YO ME BAJO Y ME VOY PARA MARTE.

¿Cómo se puede tener tan mala suerte en esta vida? Llevo tres semanas en este país y he tenido que salir corriendo cuatro veces por culpa de alarmas. Y en tres de ellas era yo el origen o estaba con los que la provocaron. NO PUEDE SER. Vale que viniese a participar, pero maldito karma, ¿qué te he hecho yo para merecer esto?

Pero la historia sigue. Las puertas de la parte frontal estaban cerradas y hemos tenido que ir hasta la parte de atrás del edificio donde un amazing cartel anunciaba que las puertas iban a estar cerradas a partir de las diez de la noche. MIRA EH, MIRA, SEÑOR KARMA DE LAS NARICES. Yo ya estaba jurando en amazing castellano, hebreo, inglés y hasta chino. La verdad es que en estas tres semanas he desarrollado un arte en el jurar difícil de comparar (olé, hasta con pareado). Y no me miréis mal, que cuatro alarmas desestabilizan a cualquiera, incluso a mí, que soy la persona más cuerda y cabal que os podéis encontrar.

Pero lo peor ha sido cuando nos hemos puesto a investigar por qué pasillo podíamos salir. Y hemos hecho saltar una mini alarma de otro pasillo. Esta ya ni la cuento porque ni siquiera metía mucho ruido. Mira que en la puerta del estudio ponía que no se podía salir por la puerta frontal, pero a nosotros nos gusta hacer las cosas a lo grande. Igual de grande que uno de los dos guardias de seguridad que han venido a ver qué pasaba. Ay ama, no sabía si darles un beso en la frente o qué hacer. Han sido menos de diez minutos pero se me han hecho eternísimos.

Después de explicarle que nos habíamos quedado trabajando hasta tarde y blablabla y blablabla, el hombre, muy majo él, nos ha explicado cómo salir del edificio sin hacer saltar todas las alarmas que encontremos. Gracias amigo, la próxima vez un tutorial al inicio de curso, gracias. Ah, y el tipo con mucha sorna nos ha preguntado que si eramos alumnos de primero o algo… que por qué no lo sabíamos. Mira cielo, la guasa para ti que yo necesito mi droga frenadolera y un par de tostadas que voy a morirme de hambre en 3, 2, 1.

Bueno, con la tontería nos ha dejado salir sin más… Y al coche que nos hemos subido. Mirad, última vez en mi vida que pienso «Esto ya no puede empeorar».

Digamos que el chico que conducía lo hacía muy bien (sobre todo para conducir al revés, hay que ver que manía tienen los ingleses con hacer todo al revés del mundo), pero mucha paciencia no tiene. Delante nuestra iba un autobús cargadito de gente feliz y borracha (aquí se sale martes y jueves) que ha frenado en una parada de bus, como debe ser. Pues este chaval, más feliz que una perdiz, ha invadido el carril contrario mientras su novia le gritaba palabras poco románticas que no voy a repetir (yo soy mu bien hablada mamá, ya lo sabes) y ha adelantado al bus. Sin intermitentes. ¿Para qué NARICES estarán los intermitentes? Y menos mal que el bus nos ha visto, porque pretendía arrancar.

Vaya, que nos hemos llevado una pitada de aquí a Cuenca (que ya pilla lejos), y el conductor del bus ha hecho amago de bajarse (oh Dios, y yo que estaba a punto de bajarme del coche…) mientras le gritaba al chaval palabras poco románticas. Pobre chaval, todo el mundo le grita, nadie le quiere. Fucking life.

PERO NO PASA NADA.

Hemos conseguido llegar a casa sanos y salvos, como debe ser. A las once y media de la noche, pero NO PASA NADA. En mi próxima vida, probadora de colchones. Fin de la reflexión.

No diré que ya nada puede ir peor porque todavía puede saltar alguna alarma. Me voy a la cama, ya no quiero saber nada más del fucking pero awesome mundo que nos rodea.

See you soon,

Amaia

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